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El menor colombiano blanco de la violencia

El maltrato infantil sigue siendo el problema social más preocupante que vive Colombia desde hace muchos años, frente a la formación de las nuevas generaciones de nacionales. Cerca de 9.500 casos se registraron el los primeros meses del año 2005, según Medicina Legal. Los principales victimarios son los mismos padres, seguidos de las madres y los padrastros. Las edades de mayor incidencia son entre los cinco y nueve años de edad.

Bogotá es la ciudad de mayor índice. En lo corrido del año se han denunciado 5.400 eventos que van desde los golpes hasta las quemaduras de primer grado. Esta situación de violencia se da por la intolerancia de los padres, ante situaciones como la pérdida de un dinero, por lo que se les quema las manos a los niños, entre otras prácticas crueles e inaceptables en pleno Siglo XXI.

En este comportamiento asocial se unen muchos factores, entre ellos la extrema pobreza y la formación cultural de los padres. La abominable práctica de requemarle las manos a los niños data de los aborígenes colombianos para quienes era un castigo normal hace 500 o más años. Otros persisten en creer que “a golpes se forja el hierro” o que “la letra con sangre entra”.

El principal factor de maltrato surge cuando usan el mismo sitio donde los padres descansan y ellos juegan, causando irritabilidad en el adulto. Este fenómeno ocurre con mayor frecuencia en las horas de la tarde y primeras de la noche, en vacaciones y cuando ha habido consumo paterno de alcohol. En el 71% de los casos se ocasiona daño psíquico y físico al menor.

La vivienda es el escenario más común seguido de la vía pública. Aquí la irascibilidad de mayor surge por desobediencia y negación del niño a no querer ejercer una orden, seguir un camino o ir a un sitio que quiere el niño y no el padre. Los motivos y escenarios para la intolerancia pueden ser muchos pero la acción para desterrarla tiene que ser de todos nosotros.

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